Sabes que no es el momento de dialogar en oscuras habitaciones, mientras caen los hermanos vencidos en las calles acuarteladas de la ciudad. Sabes que de Pompeya a Hiroshima, de Auschwitz a Guernika, no encuentro motivos para no desnudarnos y hacer el amor. Sabes que si lo hacemos así, sin su consentimiento, sin justificaciones, sin su futuro, si lo hacemos así, no tendrán más remedio que levantar un muro y reclutar escépticos verdugos.
Hemos pasado largos años en sus pupitres, en sus oscuras conciencias, en sus capillas. Están intentando que el mundo sea una ruleta sin premios, y el amor es el número donde nunca caerá la bola.
.../...
Este es un juego peligroso, ya no quedan buenos ni malos, tan solo el amor como acto de rebeldía.
Habitación desnuda [fragmento] Uberto Stabile
No puedes parar el tiempo ni cambiar lo hecho, pero si puedes aprovechar el sol y el viento volar en los brazos de tus pensamientos.
Sin prisa, la noche avanzaba, en medio de un calor infernal,
Acercándose a cortos, pero firmes pasos sobre sus zapatos de tacón, quedó a escasos milímetros de él, acercó los labios, tanto a los suyos que casi rozando, pudo más sentir sus palabras que escucharlas... -Llovía ¿Recuerdas?
Llovía tanto que no sabía si lo que quería era correr a casa o quedarse allí de pie esperando ver luz en su ventana para poder acercarse a él.
Durante más de dos horas estuvo bajo la lluvia, intentando resguardarse en un pequeño portal que más que cubrirla, casi mojaba más, al dejar caer a veces enormes gotas desde un pequeño farol que alumbraba la entrada al edificio.
Miraba impaciente la hora y se le hizo extraño que tardara más de lo que solía hacerlo. Precisamente esa tarde tenía que haber mucho más tráfico, quizá por la lluvia, pero ¿tenía que ser precisamente esa tarde?
Al fin la luz dio vida a su ventana, vió como bajaba un poco la persiana y corría las cortinas para poder ver la lluvia, observaba la calle con atención pero no reparó en ella, al menos en un principio. Le vio mirar al cielo, como si quisiera adivinar cuanto quedaba de lluvia y si podría salir a correr como hacía cada tarde al llegar del trabajo.
Y se armó de valor.
Cogió el móvil y marcó su número, con mano temblorosa lo acercó a su oído, escuchando el tono de llamada. Se sobresaltó un poco, estaba tan centrado en ver la calle que, el sonido del teléfono le sorprendió.
Observaba como él se alejaba de la ventana y un segundo después descolgó.
- ¿Hola?
Dios... su voz sonaba tan melosa y delicada que le daba miedo romper ese silencio, solo pudo cerrar los ojos y respirar profundo.
- Me estoy empapando, hace frío...
-¿Cómo? Em... ¿quién eres?
- ¿Puedes volver a mirar por la ventana?
Silencio. No escuchó nada y temió que hubiera colgado pensando que se trataba de alguna loca, de una estúpida broma.
La cortina se volvió a mover y apareció de nuevo tras ella buscando. Buscando algo que no sabía qué o quién era. Observando alrededor su mirada se paró en seco cuando la vio de pié, frente a su ventana, parada en el portal y mojándose hasta los huesos, con el móvil pegado al oído y esperando una respuesta. Miraba hacia su ventana y le miraba directamente a los ojos.
que no hay atajos ni trenes de alta velocidad para llegar
hasta donde queremos,
que siempre cuesta un gran esfuerzo
conseguir las cosas
Matilde Asensi,
El origen perdido
Era un cuaderno color rojo y bronce , revestido de terciopelo gastado. Sus hojas antes blancas delataban el haber sido manoseadas una y otra vez. Parecía un lienzo pintado por un loco, de tantas manchas que contenía aquella capa vieja y sucia.
Poseía intactas dos hojas vacías, que no eran blancas pero tenían aquel olor a vida vivida, aquel aroma que llegaba siempre antes que ella, y que todos conocían.
Una especie de retrato inconcluso, con pinceladas unas veces suaves y redondas y otras resultantes de movimientos espasmódicos y disformes, que conferían una armonía de extraña vida, cuyo final, de tanto celo el pintor intuía imposible.
El viejo cuaderno persistía, valiente y firme con paginas todavía vacías en la esperanza de un poema, del último , del mejor, de un final que exigía feliz.
Ella ya no escribía, se había abandonado hacia mucho tiempo.