Yo no soy sino un insignificante madero abandonado por la resaca
un puñado de arena y hojas muertas
Walt Whitman
Con el reflujo del océano de la vida
que en tu cuerpo desnudo,
bailaban caricias en el viento
ancladas en tu pecho,
flotando seducciones
en el silencio de un gesto.
Quién dice
que la palabra mata,
que emborracha el alma,
endulzando la boca.
Que suelta besos sin alas,
entre un mar de llamas de los amantes.
Quien dice
que los ángeles cantan
en las estrellas imponentes.
Que la espada rasga
el dolor de una lágrima,
entre el orgasmo vestido en flor,
en el desierto de un poema
que yace en el papel olvidado
por el polvo del tiempo.
Que un pétalo ilumina una mirada,
y del alma nace la ocasión de ser infinita
consumiendo la memoria de la voz,
en el recuerdo de un vuelo
acariciando la cara de en un horizonte
aún desconocido.
MaRía