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Acercan sus orillas ...

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martes, 3 de febrero de 2015

Perdido en su propia soledad

Suena:
The Man I Love - Etta James
  El tiempo lo cura todo.
¿Y cuándo la enfermedad es el mismo tiempo?

       El olor del café en la cocina llegó invadiendo  la sala de estar.
          Observaba , cuidadosamente, todos sus movimientos , sonriendo, bajando en ocasiones un poco la cabeza, por esa vergüenza innata que había adquirido con los años. Se sentía halagado por su bondad, por su  cariño que hacía con sus pequeños detalles una vida mucho más placentera.

           Casi parecía un niño por  su timidez.Muchas veces  se la había cruzado el patio del edificio o en el rellano. Su deseo se ahogaba en su vergüenza, y no encontraba la manera de acercarse a ella.   
         Esa tarde había decidido hacer de su mirada, una mirada  menos silenciosa que con el tiempo  había terminado convirtiéndose en una especie de intriga y de curiosidad que aumentaban día a día.
              
    La cogió por sorpresa, la invitó a hacerle compañía en un paseo por la ciudad. Estuvo de acuerdo; el  casi balbuceando, y asintiendo con excesivo énfasis, se sonrojó cuando ella se rió de su reacción.
       

 Caminaron por las calles de la ciudad envuelta en el atardecer. A esas horas parecía liberarse de la carga del bullicio y del frenético movimiento que ocultaba su verdadera belleza. Esa tranquilidad que la transforma con sus colores  y sus sonidos, esos tan profundos que casi nadie escucha.
         

   En esa   ciudad era uno de ellos, perdido en su propia soledad; viviendo abrumado por la rutina diaria , la cual hacía que se olvidara de ella.  Ahora escuchaba a todos la voz solitaria, hablando con ella y para ella, sintiendo  con calma las vibraciones de su alma, esas vibraciones en las que se siente que se puede besar mientras se camina al lado del otro sin hablar.
          Ahora, de nuevo, sentado en el sofá, bebiendo café, recordaba esa tarde en la que  estuvieron  juntos sin dejar que nadie los descubriera ; esa tarde en la que se habían comunicado sólo con el silencio, como si las palabras fuesen demasiado pesadas para ellos, no sabían nada de su vida, pero era como si se conocieran desde siempre.

             Sin embargo, era  como si ese momento tan íntimo lo habían esperado ambos durante  mucho tiempo.
MaRia

lunes, 26 de enero de 2015

Historia de un café

Suena Only you [Brenda Lee]
“De todos los cafés del mundo, tuvo que elegir el mío”. 
Casablanca
Siempre en la misma mesa
en el lugar escogido
por propia elección
o por el azar de la vida
no sentamos
¿Un café corto?
una sonrisa,
un pensamiento
un silencio
una pregunta 
¿azúcar o sacarina?
El camarero intuye la respuesta
con sonrisa ligeramente ¿irónica?
Unos temen el sobrepeso
a otros les resulta extraña la pregunta,
si la cuestión es endulzar.
La taza calienta 
manos y pensamientos ,
una taza estándar, 
sin distinciones sociales.
Cerramos los ojos,
taza de porcelana china
fina cuchara de plata,
silencio, espera 
enfriar, endulzar
buscando en la espiral
del líquido negro.
El inicio de una conversación vana,
 en la distancia se escuchan voces
gente que grita, huyendo de una  guerra,
guerra recién inventada.

Aunque las nubes las pintemos de rosa
aunque las aves desplieguen sus alas
levantamos afligida, la mirada 
buscando el abrigo de otro iris
para poner fin, a nuestra guerra.
MaRía


“El era mi crema y yo era su café.
 Y cuando nos ponías juntos, 
era algo realmente especial”. 
Josephine Baker

viernes, 5 de abril de 2013

De amores y soledades

        


       El olor del café en la cocina llegó invadiendo  la sala de estar.
          Observaba , cuidadosamente, todos sus movimientos , sonriendo, bajando en ocasiones un poco la cabeza, por esa vergüenza innata que había adquirido con los años. Se sentía halagado por su bondad, por su  cariño que hacía con sus pequeños detalles una vida mucho más placentera.




           Casi parecía un niño por  su timidez.Muchas veces  se la había cruzado el patio del edificio o en el rellano. Su deseo se ahogaba en su vergüenza, y no encontraba la manera de acercarse a ella.   





         Esa tarde había decidido hacer de su mirada, una mirada  menos silenciosa que con el tiempo  había terminado convirtiéndose en una especie de intriga y de curiosidad que aumentaban día a día.




                          La cogió por sorpresa, la invitó a hacerle compañía en un paseo por la ciudad. Estuvo de acuerdo; el  casi balbuceando, y asintiendo con excesivo énfasis, se sonrojó cuando ella se rió de su reacción.



        Caminaron por las calles de la ciudad envuelta en el atardecer. A esas horas parecía liberarse de la carga del bullicio y del frenético movimiento que ocultaba su verdadera belleza. Esa tranquilidad que la transforma con sus colores  y sus sonidos, esos tan profundos que casi nadie escucha.

          En esa   ciudad era uno de ellos, perdido en su propia soledad; viviendo abrumado por la rutina diaria , la cual hacía que se olvidara de ella.  Ahora escuchaba a todos la voz solitaria, hablando con ella y para ella, sintiendo  con calma las vibraciones de su alma, esas vibraciones en las que se siente que se puede besar mientras se camina al lado del otro sin hablar.




          Ahora, de nuevo, sentado en el sofá, bebiendo café, recordaba esa tarde en la que  estuvieron  juntos sin dejar que nadie los descubriera ; esa tarde en la que se habían comunicado sólo con el silencio, como si las palabras fuesen demasiado pesadas para ellos, no sabían nada de su vida, pero era como si se conocieran desde siempre.

             Sin embargo, era  como si ese momento tan íntimo lo habían esperado ambos durante  mucho tiempo.






lunes, 4 de febrero de 2013

Historia de una historia


Embriagaos



Hay que estar siempre borracho. Todo consiste en eso: es la única cuestión. Para no sentir la carga horrible del Tiempo, que os rompe los hombros y os inclina hacia el suelo, tenéis que embriagaros sin tregua.
Pero ¿de qué? De vino, de poesía o de virtud, de lo que queráis. Pero embriagaos.
Y si alguna vez, en las gradas de un palacio, sobre la hierba verde de un foso, en la tristona soledad de vuestro cuarto, os despertáis, disminuida ya o disipada la embriaguez, preguntad al viento, a la ola, a la estrella, al ave, al reloj, a todo lo que huye, a todo lo que gime, a todo lo que rueda, a todo lo que canta, a todo lo que habla, preguntadle la hora que es; y el viento, la ola, la estrella, el ave, el reloj, os contestarán: «¡Es hora de emborracharse! Para no ser esclavos y mártires del Tiempo, embriagaos, embriagaos sin cesar. De vino, de poesía o de virtud; de lo que queráis.»



Charles Baudelaire







Ladró el perro
en la calle más corta 
de la villa cansada
de la tierra más yerma.

Pasó un hombre
dando  tumbos
culpando a la rúa
del peso de sus hombros.

Se abrió la ventana
de la casa más baja
se oyó un shuuuuuuuu
de forma zangada.

Era de madrugada
ya estaba acostada
se detuvo el hombre
miró la ventana
se volvió a perro
lo mandó callar

Conteniendo su risa
volvió a caminar
seguido del perro
ya sin ladrar





Llegó a la puerta
quitó el postigo
gritó al entrar
¿alguién da refugio?

Dentro de la casa
nadie contesto
el hombre entró
se sentó y comió.

Mientras en la calle
el perro aullaba
y una mujer dormía
sin darse cuenta de nada.

En aquella calle
todavía vive
aquel hombre solo
ya muy cansado
busca en el vino
presente y pasado

Ya no hay rúas
como las de antes
ni el perro ladra
ni la mujer duerme






Solo él camina
entre piedras desgastadas
en la tierra yerma.

Esto es todo lo que queda
en esta rúa vieja
un hombre solitario
entre tazas desquiciado