Aquí estoy, es la hora en punto, esa en la que siempre llegabas, sin prisas, sin apuros
Aún sin tomar ese café que sin compartir compartíamos. El plato en la mesa , y la mirada perdida en un reloj sin agujas, donde su tic tac se me clava como daga en las entrañas.
Aquí estoy, intentando ser lo que nunca logré ser, eso que siempre me recordabas: sé egoístame susurrabas o me gritabas
Se me atraganta la comida, el bocado, la saliva, se me atraganta hoy la vida por morderme la lengua y no decirte nada
Tomaré el café , endulzado con momentos de otros días. Intentando esta vez ser un poco más egoísta
Aprenderé a contar mentiras, a besar en las esquinas de una calle desconocida, a buscar miradas que no me digan nada.
Aprenderé que tomar un café no significa ya nada... solo el placer de saborear aquello que es lo único que a día de hoy, no se me atraganta.
Enigma - The Eyes Of Truth Va cayendo el día. Una gran paz llena las pobres mentes, cansadas del trabajo diario, y sus pensamientos toman ya los colores tiernos o indecisos del crepúsculo. Sin embargo, desde la cima de la montaña llega hasta mi balcón, a través de las nubes transparentes del atardecer, un gran aullido, compuesto de una multitud de gritos discordes que el espacio transforma en lúgubre armonía, como de marea ascendente o de tempestad que empieza.
¿Quiénes son los infortunados a quien la tarde no calma, y toman, como los búhos, la llegada de la noche por señal de aquelarre?
Corre sobre las llanuras, selvas y montañas, un infinito viento generoso.
En una inmensa e invisible bolsa va recogiendo todos los sonidos, palabras y rumores de la tierra nuestra. El grito,. el canto, el silbo, el rezo, toda la verdad cantada o llorada por los hombres, los montes y los pájaros van a parar a la hechizada bolsa del Viento.
Pero a veces la carga es colosal, y termina por romper los costados de la alforja infinita.
Entonces, el Viento deja caer sobre la tierra, a través de la brecha abierta, la hilacha de una melodía, el ay de una copla, la breve gracia de un silbido, un refrán, un pedazo de corazón escondido en la curva de una vidalita, la punta de flecha de un adiós bagualero.
Y el viento pasa, y se va. Y quedan sobre los pastos las yapitas caídas en su viaje.
Esas yapitas, cuentas de un rosario lírico, soportan el tiempo, el olvido, las tempestades.
Según su condición o calidad, se desmenuzan, se quiebran y se pierden. Otras, permanecen inntactas. Otras, se enriquecen, como si el tiempo y el olvido -la alquimia cósmica- les hicieran
alcanzar una condición de joya milagrosa.
Pero llega un momento en que son halladas estas yapitas del alma de los pueblos. Alguien las encuentra un día. ¿Quién las encuentra? Pues los muchachos que andan por los campos por el valle soleado, por los senderos de la selva en la siesta, por los duros caminos de la sierra, o junto a los arroyos, a junto a los fogones. Las encuentran los hombres del oscuro destino, los brazos zafreros, los héroes del socavón, el arriero que despedaza su grito en los
abismos, el juglar desvelado y sin sosiego.
Las encuentran las guitarras después de vencido el dolor, meditación y silencio transformados
en dignidad sonora. Las encuentran las flautas indias, las que esparcieron por el Ande las cenizas de tantos yaravíes.
Y con el tiempo, changos, y hombres, y pájaros, y guitarras, elevan sus voces en la noche argentina, o en las claras mañanas, o en las tardes pensativas, devolviéndole al Viento las hilachitas del canto perdido.
Por eso hay que hacerse amigo
muy amigo del Viento
Hay que escucharlo.
Hay que entenderlo.
Hay que amarlo.
Y seguirlo.
Y soñarlo.
Aquel que sea capaz de entender el lenguaje y el rumbo del Viento, de comprender su voz y su destino, hallará siempre el rumbo, alcanzará la copla, penetrará en el Canto.
El canto del viento - Atahualpa Yupanqui
Cuando hablamos al viento, nunca esperamos que el nos traiga una respuesta.
Oí el canto de los pájaros,
el viento en los árboles;
sentí la caricia de tus manos en las palabras.
Momento mágico que me cautivo y del que no quería salir.
Pero el viento, nunca para de correr
y me dejó a tu lado, un instante,
luego me llevó de vuelta a la realidad.
Ruego al viento que me lleve junto a ti,
de vuelta a la magia de estar contigo,
en algún lugar que mi imaginación
no para de inventar.
Ruego al viento que me traiga de nuevo
el sonido de tu voz
la dulce caricia de tus palabras.
El viento no llama a quién ama,
a quién sufre;
pasa corriendo y nosotros
somos los que tenemos que seguir su rumbo
intentando no perdernos en su viaje.
Hoy estoy aquí porque el viento no sopla con fuerza,
con la fuerza suficiente para llevarte junto a ti.
- En la antigüedad si alguien tenía un secreto que no quería compartir ¿sabes lo que hacía?
- No tengo idea.
- Iba a la montaña, encontraba un árbol, escarbaba un hoyo en él y le susurraba su secreto. Luego lo cubría con lodo. Y dejaba el secreto ahí para siempre.
- ¡Qué lata! A mí me bastaría con ir a acostarme con alguien.
- No todo el mundo es como tú. [1]
En la noche el cielo interpreta una melodía
hecha de gotas insistentes, saturando el borde inferior de mi ansiedad.