llegado del país
de la nada
decidió ver.
Vio que nada sabía
como era sabio
sonrió.
Estático,
cerró sus alas
absorbió el instante.
No lejos de aquí, sucedió que un viejo y sabio matemático llegado de un lejano país, se sentó en el centro de una callejuela. Su mirada indomable, estaba a estas alturas de su vida, despojada de claridad por culpa de aquel lúgubre lugar donde estuvo su morada durante tantos y tantos años.
Se atrevió a descubrir nuevos colores, y una pluma de muerte lo abandonó. Trató de adaptar su retina, acostumbrada a ese gris tedioso que fue norma durante tantos años y sin salir de su asombro, reparó en una rebelión de formas, algunas disformes, que iluminadas de azul parecían salidas de un sueño surrealista, de aquellos que solían tener cuando regresaba de Galway.
Fue entonces ,cuando estático, cerro sus alas y absorbió el instante, sonrió, a pesar de lo que diría Weirstrass en aquella situación. La ambigüedad del espacio.
En una tierra sucedió que un sabio, llegado del país de la nada, decidió ver. Y vio que nada sabía, y como era sabio sonrió.
Hizo de aquel lugar su morada, se apartó del mundo, para el que el deterioro de su cuerpo que la vejez le causaba, no lo despojara de aquellas cosas cuya sabiduría, durante mucho tiempo lo habían honrado. Se permitió mirar sin que cualquier algoritmo lo perturbase.
Midió con el alma el tamaño del cielo. Calculó con la mente el valor de aquel color y entendió lo que era la eternidad.
MaRìa
Midió con el alma el tamaño del cielo. Calculó con la mente el valor de aquel color y entendió lo que era la eternidad.
MaRìa