Lo que no expreso muere.
No quiero que nada muera en mí.
Mi orgasmo es consumirme
hasta los detritos de la locura
mi orgasmo es ahorrarme,
no perder una lágrima…
Me sacude una fiebre de maníaco
ante la idea de llegar tarde
de perder un instante: demasiada vida
debe afrontar este vivo
que yo nutro sin tener fuerzas.
—
Pier Paolo Pasolini
con el odio con el que se cometen
los crímenes,
mordiendo los dientes
como esa puta carente de suerte
tirada en el callejón del olvido.
Con la daga afilada de la palabra
como esas palabras-balas que
trepanan el alma.
Ahogaré el dolor
mataré el odio
con un tiro a quema ropa
después de abandonarlo
en el más desnudo éxtasis
en el mismo momento de su despedida.
Mataré la furia
con la fuerza de mis manos
con golpes seguros y fuertes
dejando las marcas en cada parte
que esconde ese cuerpo.
Mataré la honra
con el sexo deshonesto e interesado
planeado al por menor
cronometrado al segundo.
Mataré al hombre
que se atreva a descubrir la víctima
que yace enterrada en el olvido
en su cueva de sábanas mojadas.
Mataré la coartada
con la voluntad de ser atrapada
para que no quede nada,
ni la [dis]culpa.
Mataré a la autora aún después de muerta
y para tener la certeza de mi acto
la besaré con la letal miel de la cobra
Mataré, por fin, la prueba
que quedó dormida,
que quedó dormida,
en mismo instante
que nuestros cuerpos
se abrazaron.
se abrazaron.
MaRía