Va cayendo el día. Una gran paz llena las pobres mentes, cansadas del trabajo diario, y sus pensamientos toman ya los colores tiernos o indecisos del crepúsculo.
Sin embargo, desde la cima de la montaña llega hasta mi balcón, a través de las nubes transparentes del atardecer, un gran aullido, compuesto de una multitud de gritos discordes que el espacio transforma en lúgubre armonía, como de marea ascendente o de tempestad que empieza.
¿Quiénes son los infortunados a quien la tarde no calma, y toman, como los búhos, la llegada de la noche por señal de aquelarre?
El crepúsculo de la noche (fragmento)
El spleen de París
de Charles Baudelaire
en la noche,
cómo un viaje
a través de los bosques,
entre silenciosas sombras,
el cielo se desvanece
transita del negro al rojo.
Suspiros tan fríos cómo el hielo
queman mi piel,
de la nada,
en lo más profundo de mi alma,
le siento gemir de dolor.
Una luna llena,
luna de sangre
ilumina los corazones,
un rayo rompe el cielo,
un trueno retumba
un caos de tormentas surgen
Son llamas capturando
mis pupilas cansadas
MaRía ©
-Ilustraciones: Marta Dahlig