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Acercan sus orillas ...

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viernes, 21 de diciembre de 2012

La abuela María


Nací en una pequeña aldea, no muy lejos de la costa. De ahí mi devoción por ese mar que tanto me relaja y que me acompaña en mis horas de soledad.



Como cualquier niño, apenas tengo recuerdos de mis primeros años,  los logró unir como si de un puzle se tratara mirando fotografías que guarda mi madre, no con mucha devoción, para que os voy a mentir.



Por parte de mis abuelos maternos, no llegué a conocer a mi abuelo, este murió muy joven, me contaban que en la guerra, aunque con el tiempo descubrí que fue una neumonía ( tuberculosis diría yo) la que se lo llevó dejando a la abuela María viuda y con cinco hijos que mantener.



No recuerdo su cara ni su voz, no recuerdo sus caricias ni sus mimos. 



Tan solo una imagen, esas que a pesar de la corta edad quedan grabadas en la memoria de la retina para toda la vida.


Con sesenta años, ella era una mujer vital, muy vital,por lo que me cuentan, pero su vida se trunco tras varios infartos. 







Recuerdo que subía a escondidas las escaleras que me llevaban a su habitación y que una pluma imitaba al doctor, intentando con mis curas y cariños que ella se pusiera bien. Hasta que mi madre o mi tía me cazaban y me regañaban por perturbar su descanso. 


- Dejar a la niña, no le regañéis, dejar a la niña a mi lado.


Ahí se esfuman los recuerdos de la abuela María, una tarde de octubre ella nos dejó, se marchó, dejándome huérfana de abuelos maternos.


Todo lo que sé de su vida es lo que a penas me cuentan o escucho en las conversaciones de mis tíos.


Fue una luchadora nata, en tiempos de miseria. Sus hijos nunca pasaron hambre. Lo que le regalaba la tierra, hortalizas, frutas, verduras, legumbres las cargaba todos los días en una gran cesta de paja, se montaba en el tranvía y se iba a la capital a hacer el trueque; aceite, jabón, gas para las lámparas y todo aquello que sus vecinos le pedían.


Sacó adelante a sus cinco hijos, sin quejas ni lamentos, con el sudor de sus manos.


La abuela María, bajita y regordeta, con su moño y sus gafas redondas y pequeñas.


Ella  siempre, siempre con una sonrisa, me dejó en herencia una nana  en mi lengua materna




Esta nena pequeniña
vouna a ensinar a todo 
a lavar, a peneirar,
 a botar o pan no forno.

Esta nena pequeniña
ten ganas de durmir
ten un ojito  pechado
o outro non o pode abrir


Esta sencilla canción de cuna, la guardo dentro de mi memoria y mi corazón, por eso mis hijos, día a día, noche a noche, se durmieron con ella.


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